Hambre y Sed
Me acerco a este Blog para compartir con todos ustedes la experiencia que me ha sucedido recientemente.
Caminaba por una plaza de Madrid cierta solitaria mañana de domingo cuando, queriendo o sin querer, me acerco a una muchacha extranjera con aspecto diría ‘de indigente’. Al pasar por su lado y no escuchar una jaculatoria ni ver objeto alguno con varias mínimas monedas suplicantes, proseguí mi lento caminar yendo a sentarme al banco próximo, a fin de disfrutar con aquellos placenteros rayos de sol.
En esto, cuál no sería mi sorpresa cuando a los dos o tres minutos se acerca un joven sudamericano a quien evidentemente estaban esperando: igual que una pareja de enamorados, la chica y el recién llegado se abrazan amorosamente, se besan, sonríen entre ellos y en ese instante de plena y aparente felicidad, sin pensarlo, el mancebo va y salta la pequeña barrera que cercaba el jardín de la plaza con el cartelillo de ‘prohibido' y sin más, corta una flor para su amada. Ella, acoge el gesto como una Julieta premiando a su Romeo con la mejor de sus caricias.
Desde la posición de mi banco, yo, observo la escena y con alma becqueriana comienzo a decirme y desdecirme sobre el amor y la poesía, pensando firmemente aquello de ¿Poesía?
Poesía no eres tú,
sino… ¡ellos!