No me gustaría despedir el año sin dejar un espacio en esta sección de “El alba de los libros” para la inmortal obra de Mary Shelley FRANKENSTEIN, publicada en 1818. Como toda la buena literatura clásica está plena de luz, actual y perenne si ahondamos en su lectura, pieza maestra en forma de parábola que trata de la ciencia del bien y del mal, de la soberbia del conocimiento, de los abusos inhumanos de los endiosados científicos puestos nuevamente al día a través, por ejemplo, del perturbador caso del científico chino y sus “bebés modificados genéticamente”.
Contada la historia en estilo epistolar, hay que destacar como notable la lucidez de su autora Mary Wollstonecraft Shelley quien tenía cumplidos tan solo 19 años cuando comenzó a escribir la novela terrorífica que posiblemente se haya convertido en la obra maestra de su género. Porque lo que sobrecoge y da vigencia de “Frankenstein o el moderno Prometeo” es la soledad que desprende, la hondísima y cruel soledad del monstruo (o los monstruos) la capacidad de ternura y sufrimiento que anidan o pueden llegar a anidar unos seres nacidos vitalmente deformados, escalofriantemente engendrados, repudiados y odiados después por sus semejantes, tirados a la suerte de un mundo totalmente despiadado y hostil… y así llevar a los lectores (en manos troceadas) hasta la parte más escalofriante de la novela, LAS PREGUNTAS: ¿Es monstruoso Frankenstein por su aspecto, por sus crímenes y actos abominables… o lo realmente monstruoso y sobrecogedor es la imprudencia soberbia y el desamor del creador endiosado, la frustración y el dolor por las ansias de amistad destrozadas reiteradamente debido a la crueldad del resto de los seres humanos inmisericordes ante lo desconocido? La palpable capacidad de destruir, aniquilar al diferente no nos sitúa a cada uno de nosotros ante un aterrador y abisal auto-abismo…porque intuimos que, de alguna manera y en mayor o menor medida, todos podemos llegar a ser el Frankenstein de turno en algún momento crucial de nuestra vida…???
Mary Shelly a través de esta disyuntiva realidad eleva su obra a la categoría de inmortal y no estaría de más preguntarse y preguntarnos qué hubiera opinado acerca de las actuales fecundaciones in vitro, de los bancos de semen, los aceleradores de partículas como el ciclotrón, los experimentos en… de ahí que el tiempo no haya podido borrar ni el horror ni la suma de las inquietantes preguntas que surgen reiteradamente en la inigualable vigencia de la lectura de FRANKENSTEIN o el moderno Prometeo.